“Si tú dispusieres tu corazón a Dios...”, Job 11:13.
Si dispusieres tu corazón a Dios, entonces tendrías una serie de
bendiciones. La bendición depende del espacio que tenga nuestro corazón para poder recibir de Dios.
Mucha gente menosprecia las cosas de Dios, porque se sienten llenos, ellos dicen: “yo no necesito gritar tanto, yo no necesito pasar al altar, si el Señor me va a sanar que me sane aquí”.
Dios sabe de antemano nuestras necesidades, pero Él espera que la anhelemos, que se la manifestemos, que se la mencionemos. Hay que anhelar la bendición de Dios, hay que desearla, hay que decirle al Señor tengo sed, pero no de las cosas del mundo, no de cosas materiales, no de entretenimientos, no de fiestas carnales; sino de Dios: de su presencia, de su Espíritu, de su Palabra, de su gracia.
El Señor estaba buscando gente vacía para poder llenarla, la buscó pero estaban llenos y no pudo hacer nada. En Nazaret no pudo hacer nada porque estaban llenos de incredulidad; en Gadara no pudo hacer nada, sólo libertar a un hombre y eso fue suficiente para que lo expulsaran de la región; en cambio en Samaria el pueblo salió y le dijeron que se quedara con ellos, lo retuvieron, lo hicieron quedar, y dice que entró y se quedó allí algunos días y sanó a los enfermos y obró maravillas.
Hay gente que no quiere la bendición de Dios, que se ha llenado de otras cosas, que se han llenado de conceptos teológicos, de conceptos errados que provienen de gente muerta (espiritualmente), de gente sin vida, de predicadores muertos; y si alguien recibe aquello que viene de muerte, entonces quedara muerto.
La Biblia dice: “Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón”, Hebreos 4:12; pero aunque se dé la Palabra y a pesar de que la bendición se esté dando, si esa persona presenta una serie de prejuicios y excusas entonces estará bloqueado para recibir la ayuda del Señor.
Amado lector, necesita estar consciente de su necesidad, tiene que estar claro y saber que necesita al Señor, que necesita el fuego de Dios, que necesita alabar y adorar al Dios Todopoderoso. El Señor a dicho: “Al que a mí viene, no le echo fuera”, Juan 6:37.
¿Tiene hambre y sed de Dios? ¿Anhela su alma de Dios? ¿Viene con anhelo de que Dios le amplíe la visión, de que Dios haga algo grandioso?, porque los encuentros con Dios cambian y santifican, y uno no vuelve a ser igual.
Ya no puede ser el mismo de antes, indiferente, perezoso, carnal, impío ¡no!, porque cuando Dios toca habrá espíritu de vida. La iglesia de Cristo no puede ser una iglesia muerta, porque los muertos no alaban a Jehová, el pueblo de Cristo es un cuerpo vivo, Cristo es la resurrección y la vida, Él lo levantará.
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